María terminó su trabajo en el que estuvo casi 9 años y como broche final a una vida, se fue a solas a hacer el Camino de Santiago. Anduvo unos 40 días y se hizo 940 kilómetros en total, ¿te apetece saber un poquito más de esta historia y ver algunas fotos de su Camino? pero ya te cuenta ella…

Hola, qué tal? Me presento: Soy María y estoy encantada de compartir contigo unas palabras, aunque reconozco que me ha costado sentarme a relatarte algo tan personal e íntimo para mí como ha sido mi Camino. Es la primera vez que escribo en un post, intento hacerlo simplemente divertido, pero lo siento, no me sale. Hay mucho de mí en estas palabras y espero puedas/sepas valorarlo

Tengo 35 años, y acabo de terminar en un trabajo en el que he estado casi 9, y siento que es mi momento de hacer cumplir un gran sueño, decido atreverme y no pensar mucho al respecto.

El día 6 de Agosto arranca mi aventura: EMPIEZO MI PRIMER CAMINO DE SANTIAGO. Yujuuuu, qué bemoles le he echado al tema. Decido hacer el Camino del Norte y lo empiezo desde Irún, ?¡oh Dios mío!, no seas loca! Es tremendamente duro, tú sola es un disparate y no lo hace mucha gente?. Este tipo de mensajes son los que recibo aunque también muchos de ánimo y de apoyo, pero esos parece que se oyen menos.

No sé qué tiene el camino, pero desde luego no soy la misma después de hacerlo. Parece algo increíble que un acto tan sencillo y humilde, esconda tanta verdad sobre la vida, de nuestros deseos y anhelos.

Mi camino han sido 40 días, 36 de los cuales he caminado hasta juntar kilómetro a kilómetro 940 desde Irún hasta Finisterre. Además, he podido visitar los Picos de Europa corriendo una aventura que es motivo de otro post, y deleitarme de la Playa de las Catedrales en temporada y marea baja, LUJAZO!

Recuerdo el cosquilleo que me recorre el cuerpo cuando tengo mi billete de tren en la mano, salgo al día siguiente y es como si estuviera en una montaña rusa y me hubieran puesto el arnés de seguridad para comenzar, la atracción se pone en funcionamiento!!!

Una sensación de vértigo recorre mi cuerpo, nunca antes he hecho algo parecido y menos SOLA. Estoy subida en un tren, con mi ?disfraz? de peregrina, decidida a hacer algo que no tengo muy claro cómo lo voy a hacer pero que pienso resolver sobre la marcha. Estoy muy feliz, la sensación de conducir mi vida es muy placentera y emocionante.

Uno de los momentos más emocionantes, fue el comenzar a caminar. Lo describiría como cuando tienes ante ti una tarta que te encaaaanta y sabes que es toda tuya, al principio la saboreas con toda la intensidad que eres capaz, para luego devorarla sin piedad.

He podido disfrutar de paisajes y entornos preciosos, abundantes y rebosantes de vida que hacen que una se sienta pequeñita y simple espectadora de la grandeza de lo natural. Ha supuesto una reconexión con lo verdadero, cuando lo único que oyes son tus pasos al caminar y la naturaleza en su rutina, sólo puedes estar agradecida por simplemente estar.

Cuando tienes el LUJO de no depender ni de nada ni de nadie, ni siquiera del tiempo, todo fluye con mucha calma. Es una sensación de bienestar profundo y pleno que no se puede describir. Sin embargo, eso casa perfectamente con el compartir honestamente con los demás, porque no hay exigencias, no se espera nada porque todo es bien recibido.

El transcurrir de los días va pasando. No soy muy consciente del esfuerzo físico y mental que me requiere, pero consigo acabar las etapas sin muchas dificultades. Aunque llego a un punto de agotamiento físico por el proceso de adaptación, eso deriva en un dolor emocional intenso. Negocio con mi cuerpo y llegamos a un acuerdo: él me permite continuar a cambio de proporcionarle todo el descanso y cuidados que necesita. Parece una obviedad, pero en mi día a día soy consciente de la de veces que me ha pasado por alto a mí misma y mis necesidades.

Voy conociendo gente maravillosa y nuestros caminos se van cruzando, en ningún momento siento la soledad. Los quiero en mi vida, presente y futura y de una forma presencial. Aunque también soy consciente de que muchos amigos encontrados en este camino van a serlo durante ese momento y no los volveré a ver en mi vida, igual que yo para ellos, no necesitamos que perdure en el tiempo. Son los maravillosos regalos que me ofrece esta gran experiencia.

Me parece mentira las pocas cosas materiales que en verdad necesito para vivir, en mi espalda llevo todo. Aunque hay mucho desapego y generosidad, pero eso no pesa, todo lo contrario, alivia la carga.

Voy llegando a Santiago y no me lo puedo creer. Cuando algo así se hace desde el disfrute y la calma, y no desde el sacrificio y el dolor, todo fluye con suavidad. He conseguido algo que a priori me resultaba imposible y lo mejor de todo, la emoción que siento. Me siento fuerte y poderosa, pero desde la serenidad y el respeto hacia mí y mi entorno.

 

Llevo 33 días caminando y siento que mi hogar es el camino. Añoro a mi familia, amigos y mi linda ciudad, pero eso no me impide continuar hasta Finisterre: Fin de la Tierra.

Ya es todo un paseo y la sonrisa no se me cae de la cara, podría seguir y seguir. Es curioso, que llegados a este punto del recorrido, aunque está todo perfectamente señalizado, empiezo a perderme sin mucho sentido. Llego a la conclusión de que realmente no quiero llegar al final por seguir peregrinando.

Finalmente llego a la playa de Finisterre y siento una felicidad como pocas veces he sentido. Qué belleza de lugar, amo ese momento y todo lo que allí brotó. Queda para siempre en mi corazón

Caminante no hay camino, se hace camino al andar. Buen fin de semana…